Nos
encontramos en una etapa que ha sido definida por Bill Gross, conocido gestor
de fondos de inversión, como el “New Neutral”, caracterizada por un débil
crecimiento económico y una alta deuda que obligan a los bancos centrales a
mantener los tipos de interés por debajo de sus niveles precrisis.
El propio
Gross indica en su artículo “Time
(and Money) in a cellphone” que “el tipo de interés establecido por un
banco central sirve como referencia para fijar el coste del crédito y el precio
último de los bonos, acciones y activos alternativos. Si el tipo de interés
varía, el precio de los activos también variará antes o después, aunque no
necesariamente al mismo tiempo”.
Por tanto,
teniendo en cuenta lo anterior la actuación de los principales bancos centrales
del mundo para resolver la crisis puede resumirse, en líneas generales, en la
adopción de políticas monetarias expansivas consistentes en la reducción de
tipos hasta niveles cercanos al 0% y en la puesta en marcha de programas de
compras de activos de gran calado. Esto ha alterado sin duda las decisiones de
los agentes económicos, hasta el punto de hacerles asumir cada vez más riesgo
para obtener la misma rentabilidad que antes de la crisis se obtenía asumiendo
un nivel de riesgo menor.
No obstante,
las políticas puestas en marcha por los bancos centrales han hecho que los
activos en posesión de los mismos se hayan disparado en relación al PIB de su
país, como se puede observar en el siguiente gráfico. Si unimos lo anterior al
hecho de que el capital de algunos bancos centrales es más bien exiguo, tenemos
como resultado unas instituciones muy apalancadas con balances gigantescos y
poco diversificados, lo cual es un riesgo potencial para la estabilidad del
sistema, porque no hay que olvidar que estas instituciones tienen encomendada,
entre otras, la tarea de emitir moneda, y estas monedas no son convertibles en
ningún activo, sino que se trata de dinero fiduciario.
De esta
manera, no es de extrañar que los depósitos bancarios para clientes minoristas
tengan cada vez una remuneración más baja o prácticamente nula. Y no sólo eso,
sino que el mercado de depósitos tiende hacia rentabilidades negativas, debido
a la presión que ejercen los bancos centrales con sus políticas y a la
deflación que actualmente está afectando a gran parte del mundo desarrollado.
Algunas entidades se están planteando cobrar por los depósitos a clientes
institucionales, aunque según recoge Kike Vázquez en su artículo “Cliente
minorista, los bancos tampoco quieren tu dinero”, la entidad danesa FIH
Erhvervsbank será una de las primeras en comenzar a cobrar a sus clientes
minoristas por sus depósitos.
Por otra parte
y, tras un largo periodo de compras por parte de los bancos centrales y con
tipos de interés en niveles cercanos al 0% en EE.UU., Inglaterra, Japón y la
Eurozona, el mercado de renta fija se encuentra en máximos, no siendo pocas las
voces que alertan sobre los precios que está alcanzado los activos de renta
fija.
En el
siguiente gráfico se aprecia como a principios de febrero de este año, había
tres países de la Eurozona emitiendo bonos a cinco años a tipos de interés
negativos. ¿Qué quiere decir esto? Significa que cualquier persona que adquiera
un bono de esas características se compromete a pagar anualmente al emisor
durante cinco años por prestarle su dinero, a cambio de asumir una serie de
riesgos como son el de crédito (que el emisor no sea capaz de devolver el
principal del bono en tiempo y forma) y el de tipos de interés (que los tipos
de interés comiencen a incrementarse y esto afecte negativamente al precio del
activo).
Nada de lo
anterior tiene sentido, a no ser que quien adquiriese estos bonos a cinco años
lo hiciera para venderlos antes de su vencimiento a un precio superior, lo que
nos recuerda una de las características de toda burbuja: activos cuyos
fundamentales no justifican la compra, a pesar de lo cual su precio sigue
subiendo ya que los adquirentes saben que podrán venderlos en el futuro a un
mayor precio aún.
El mercado de
renta variable, por su parte, también está en máximos, al menos en EE.UU. y
Alemania. Este mercado se puede considerar distorsionado a consecuencia del
agotamiento del mercado monetario y de renta fija, lo cual hace que cada vez
más personas, familias y empresas se vean atraídas a invertir parte de sus
ahorros en renta variable, en búsqueda de rentabilidad. Sin embargo, algunos
mercados de renta variable también están empezando a alcanzar niveles
preocupantes, tal y como se observa en el siguiente gráfico:
En este gráfico se observa, en primer lugar, la ratio de la capitalización de mercado del índice S&P 500 de los EE.UU. sobre su PIB. Se puede observar claramente como la ratio ha pasado los máximos alcanzados en el año 2007 y se encamina hacia los máximos de la burbuja “puntocom” del año 2000. En segundo lugar, se puede apreciar la evolución del índice S&P 500 desde el año 1950.
Por último, el
mercado de divisas también sufre las consecuencias de las actuaciones de los
bancos centrales, haciendo que se esté generando una “guerra de divisas” entre
los distintos países y áreas por tratar de “robar crecimiento al vecino”. De
esta manera, no nos extraña el comportamiento del dólar, del yen o del euro en
los últimos meses.
De hecho, el
Banco Central Suizo tuvo que abandonar recientemente el peg que mantenía
en el tipo de cambio del franco suizo contra el euro, por el que fijaba un tipo
de cambio mínimo de 1,20 francos suizos por euro, debido al volumen que estaba
alcanzando su balance, cercano al 80% del PIB suizo. Debido a la gran presión a
la que sometía el mercado este cruce de divisas, siempre que el cruce se
situaba cercano a los 1,20 francos suizos por euro, el Banco Central Suizo se
veía obligado a vender francos suizos y comprar euros para mantener el peg,
aumentando su balance. Con esta política buscaba sobre todo que el franco suizo
no se apreciara en exceso frente al euro y esto afectara negativamente a las
exportaciones suizas, al tener esta moneda la consideración de safe haven.
A modo de
conclusión, lo preocupante es que nos vemos obligados a invertir nuestros
ahorros en estos mercados distorsionados, sabiendo que cualquier evento de
cierta magnitud puede hacer que el aparente equilibrio acabe desmoronándose
definitivamente.
Una vez
expuesto lo anterior cabe pararse a reflexionar y hacerse las siguientes
preguntas: ¿hasta qué punto es sostenible la distorsión apuntada anteriormente?
¿Conseguirán los bancos centrales salir del atolladero en el que se han metido
de una manera ordenada?
Todo parece
apuntar a que la Reserva Federal de los Estados Unidos será el primer banco
central que comience a “replegar la artillería”. ¿Qué ocurrirá entonces cuando
los tipos de interés comiencen a subir? Es algo complejo de determinar, ya que
nadie sabe cómo reaccionará el mercado cuando eso ocurra.
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