Es impactante, pero son muchos los
analistas que plantean que la democracia tiene un efecto neutral, incluso negativo,
en el desarrollo económico de los países.
Acemoglu y otros (2014) citan un trabajo
de Robert Barro, de 1997, en el que se afirma que «más derechos políticos no
tienen un efecto sobre el crecimiento... La primera lección es que la
democracia no es la clave para el crecimiento económico», y otro del juez
Richard Posner, de 2010, para quien «la dictadura será a menudo óptima para
países muy pobres» (para matizar seguidamente que «la dictadura es mucho menos
probable que sea óptima para las economías avanzadas»).
Sin embargo, no se puede negar que
existen verdaderos gigantes económicos, entre los que descuella China, que no
se caracterizan por la prevalencia del juego democrático sino por la rigidez e
impermeabilidad de sus estructuras de poder.
Antes de continuar es necesario definir
o describir el concepto de democracia, para lo que puede ser útil el artículo 2
de Tratado de la Unión Europea, que sienta las bases de la que acaso sea la
zona del planeta, con sus inevitables imperfecciones, donde los valores
democráticos están más arraigados y mayores son el crecimiento del PIB y la
redistribución de la riqueza, al concentrar alrededor del 25% de la producción
del globo y el 50% del gasto social (López Jiménez, 2014).
La democracia es, por tanto, el sistema
político y de convivencia fundado sobre el respeto a la dignidad humana, la
libertad, la igualdad, el Estado de Derecho y los derechos humanos, incluidos
los de las minorías, en el que la sociedad se caracteriza por el pluralismo, la
no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad.
En el artículo de Acemoglu y otros que
hemos mencionado párrafos atrás se concluye, a pesar de las indudables
dificultades para medir la influencia de los regímenes democráticos en la
bonanza económica, que un país que transita de un sistema no democrático a uno
que sí lo es aumenta el PIB per cápita en torno al 20 por ciento en el plazo de
aproximadamente 30 años. También se argumenta que no hay evidencia de que la
democracia sea mala para el crecimiento en economías con bajos niveles de
ingresos o reducido desarrollo académico.
Su hallazgo más importante quizá sea el
de que las libertades civiles son una palanca esencial para el cambio, y que la
democracia no sólo coadyuva al bienestar material sino que también acentúa las
reformas económicas, la inversión privada, el tamaño y la capacidad del
gobierno y la reducción del conflicto social, elementos que a su vez, en un
círculo virtuoso, permiten el afianzamiento de la cultura democrática.
Por otra parte, con relación a los
países emergentes en los que la democracia no se halla del todo consolidada,
Santiso (2014) muestra, tomando como ejemplo al Brasil de Lula da Silva, que
«los mercados financieros sobre-reaccionan a la incertidumbre que generan las
políticas que un candidato de izquierdas pueda querer poner en marcha», lo que
en general implica que los mercados «serán inicialmente más adversos a los
nuevos candidatos de la izquierda», al menos hasta que estos muestren que sus
políticas son, en mayor o menor medida, cercanas a la ortodoxia. La
inestabilidad no se genera por el proceso democrático en ciernes sino «por la
percepción de una posible debilidad institucional y por la incertidumbre».
Esto implica que en escenarios de cambio
político en los que se pretende llamar la atención de los mercados financieros
para captar inversión exterior, una ruptura o una transición demasiado
acelerada al nuevo régimen podrían arruinar las perspectivas iniciales, no
tanto por la debilidad de la democracia en sí sino por el eventual riesgo,
entre otros elementos, para la seguridad de la inversión o los derechos de
propiedad.
Un ejemplo lo podemos apreciar en la
Transición española. En un entorno político, social y económico muy
deteriorado, bajo el liderazgo de unos jóvenes Juan Carlos I y Adolfo Suárez,
procedentes del anterior régimen pero dispuestos a transformarlo radicalmente,
la firma en 1977 de los Pactos de la Moncloa supuso una adhesión de todas las
fuerzas políticas, sociales y económicas al nuevo proyecto. La Constitución de
1978 —la del «consenso», como se suele denominar— y la incorporación el 1 de
enero de 1986, bajo el mandato del Gobierno socialista, a las Comunidades
Europeas, harían el resto para homologar a España con las naciones más
avanzadas del continente e integrarla en los engranajes de los mercados
financieros y los destinos para la inversión seguros y potencialmente
rentables.
Según Fernández Villaverde (2014), el
crecimiento español acumulado (PIB per cápita) en el período 1975-2013 sería
del 79 por ciento aproximadamente, lo que en términos anuales supondría el 1,5
por ciento. No obstante, Fernández Villaverde indica que este crecimiento es
«francamente decepcionante» si lo comparamos con el crecimiento en dicho
período de Corea del Sur (714,6 por ciento), Irlanda (224,6 por ciento),
Luxemburgo (161,3 por ciento) o Turquía (139,2 por ciento), por ejemplo, pues,
en una muestra de 27 países de la OCDE, España ocuparía el puesto 19.
Parece claro que en términos
comparativos nuestro desempeño puede que no sea el mejor, aunque esto no debe
ser impedimento para reconocer el avance tan extraordinario experimentado desde
1975 hasta el momento actual. Todos los actores propulsores del cambio venían
muy marcados por su pasado y por la necesidad de reconciliación, lo que
condicionaba sus percepciones y pudo provocar que ciertas decisiones no se
tomaran o que las que sí fueron adoptadas no fueran eficientes en el
medio-largo plazo.
Con independencia de la específica forma
política, lo ineludible es que los ciudadanos sean soberanos de su propio
destino en torno a una democracia moderna e inclusiva, que proporcione el mayor
bienestar que su capacidad como colectivo permita.
Referencias
bibliográficas
Acemoglu, D., Naidu, S., Robinson, J.A.
& Restrepo, P. (2014): «Democracy causes economic development?», VoxEU, 19
de mayo.
Fernández-Villaverde, J. (2014): «El
Crecimiento Económico de España: 1975-2013», Nada es Gratis, 15 de junio.
Fernández-Villaverde, J. (2014): «El
Crecimiento Económico de España de 1975-2013: 19.º de 27 Países», Nada es
Gratis, 18 de junio.
López Jiménez, J.M. (2014): «Los Pactos
de la Moncloa y el sistema financiero», QAH, 1 de abril.
López Jiménez, J.M. (2014): «¿Qué es
preferible: ser rico en un país pobre o pobre en un país rico?: más allá de la
estadística», Extoikos, núm. 13.
Posner, R. (2010): «Autocracy, Democracy, and Economic Welfare», The
Becker-Posner Blog, 10 de octubre.
Santiso, J. (2014): «Los mercados
¿prefieren la democracia?», Funds People, mayo.
Tratado de la Unión Europea (1993).
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