«Faber est suae quisque fortunae»

(Apio Claudio)

«Hinc tibi certandi bona parcendique uoluptas:

quos timuit superat, quos superauit amat»

(Rutilio Namaciano)

sábado, 7 de mayo de 2016

El dinero: de las ovejas a la realidad virtual

El dinero surgió una vez superada la primitiva etapa inicial en la que ni siquiera se producía el intercambio de bienes entre los diversos sujetos y los grupos en los que estos se integraban, puesto que pequeñas células organizativas se limitaban a producir lo que iban a consumir.

De esta primitiva etapa de autoabastecimiento se evolucionó al intercambio de bienes por bienes, es decir, a la permuta, con el inconveniente de que era preciso que dos sujetos, simultáneamente, ofrecieran y demandaran una misma cosa, y, adicionalmente, estuvieran interesados recíprocamente en su intercambio.

La permuta se define por el Código Civil como “un contrato por el cual cada uno de los contratantes se obliga a dar una cosa para recibir otra”.

Las evidentes limitaciones de la permuta prepararon el terreno para la llegada del dinero, una vez que las transacciones comerciales se multiplicaron y adquirieron sustantividad, primero mediante la aparición de monedas, posteriormente de billetes.

Al pago de obligaciones consistentes en la entrega de dinero se refiere el Código Civil en sus arts. 1.108 y 1.170, y, de forma tangencial, al describir el contrato de compraventa, en el art. 1.445: “Por el contrato de compra y venta uno de los contratantes se obliga a entregar uno cosa determinada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o signo que lo represente”.

Con anterioridad a la emisión de los primeros billetes de curso legal en el siglo XVII, exactamente en la Italia del siglo XIII, surge el billete de banco, pero entendido como título de crédito o título-valor, pues supone la incorporación en un documento de un derecho de naturaleza crediticia, como es el reembolso de la cantidad mencionada en el citado título, que tenía la consideración en su momento de dinero, es decir, la moneda metálica, por el banquero/comerciante emisor.

Las primeras monedas, aleación natural de oro y plata, se acuñaron en Lidia –actual Turquía–, en el siglo VII a. C., en tanto que el primer billete de banco apareció en Ámsterdam en 1656, y los primeros billetes oficiales se emitieron en 1694 por el Banco de Inglaterra (Aula Virtual del Banco de España: www.aulavirtual.bde.es).

Será en el siglo XIX cuando se extiende la convertibilidad del billete en moneda metálica de oro o plata, cuya composición y peso, en mayor o menor rigor, eran garantizados por el Estado. En nuestro país no se llegó a adoptar dicho patrón de convertibilidad.

Sin embargo, en el momento actual, la importancia del dinero en efectivo parece decrecer, siendo sustituido, gracias al desarrollo de la tecnología y a la consolidación de modernos sistemas financieros, por dinero bancario o escritural, el cual es apto para ser movilizado en múltiples formas, eficientes y con bajo coste. La misma Ley de Servicios de Pago, dentro del concepto de fondos, incluye los billetes y monedas, el dinero electrónico y el dinero escritural. La nueva Directiva de Servicios de Pago, que entrará en vigor en 2018, puede impulsar más aún estas nuevas formas de movilización de fondos.

Una fascinante síntesis de la evolución del dinero, desde las ovejas, raíz etimológica latina de nuestra palabra “pecuniario”, hasta la aparición del dinero bancario, pasando por las monedas elaboradas con aleaciones metálicas y el papel moneda, se recoge en el siguiente texto de Friedman (*) que por su interés reproducimos:

“[Son] extraordinariamente diversos los artículos que en un momento u otro han servido como dinero. La palabra “pecuniario” procede del latín pecus, que significa “oveja” y nos recuerda que en algún tiempo éstas sirvieron como moneda. Puede citarse también el dinero de sal, la seda, las pieles, el pescado ahumado, el tabaco, incluso las plumas o… la piedra. Las cuentas y abalorios, o las conchas, como en los wampun de los indios norteamericanos, son monedas muy difundidas entre los pueblos primitivos. Los metales –el oro, la plata, el cobre, el hierro, el estaño- han sido la forma más utilizada en los países avanzados, hasta el triunfo del papel y de la pluma del contable (aunque en China, hace más de mil años, hubo también un breve período de circulación de papel moneda) […].

En abstracto, el concepto de dinero es claro: es cualquier medio comúnmente aceptado como pago a cambio de bienes y servicios… y aceptado, no a título de género consumible, sino como algo que representa un depósito temporal de capacidad adquisitiva, utilizable para adquirir otros bienes y servicios. Pero la contrapartida empírica de este concepto queda bastante menos clara. Durante siglos, y mientras los medios principales de intercambio fueron el oro y la plata, los economistas y otros consideraron como dinero sólo a las monedas. Luego agregaron los billetes de banco, redimibles a petición por oro o plata en metálico. Más tarde, y de eso hace poco más de un siglo, incluyeron los depósitos bancarios pagaderos a la vista y transferibles por cheque. [...].”

(*) FRIEDMAN, M., “El misterio del dinero, en Paradojas del dinero. Episodios de historia monetaria”, Grijalbo, Barcelona, 1992, cap. 2, p.29 y 32-33, citado por ROLDÁN BÁEZ, A.M., Fundamentos de Economía Política, Servicio de Publicaciones de la Fundación Unicaja, Málaga, 2008, págs. 471-472.

Es sorprendente la cercanía etimológica del dinero y del ganado, que acaso un día fueron una misma cosa, lo que confirma que la aparición del dinero no fue del todo brillante ni reluciente…

Nos preguntamos si como efecto de la conversión del dinero físico en dinero virtual, Francisco de Quevedo y Villegas necesitaría reformular sus viejas palabras, o si, por el contrario, tanto daría que el dinero fuera, como siempre lo ha sido, aprehensible e inaprehensible a un tiempo:

¿Quién hace al tuerto galán
Y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
Le sirve de Río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
Sin ser el Dios verdadero?
El Dinero.
 
¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.
 
¿Quién la Montaña derriba
Al Valle; la Hermosa al feo?
¿Quién podrá cuanto el deseo,
Aunque imposible, conciba?
¿Y quién lo de abajo arriba
Vuelve en el mundo ligero?
El Dinero.
 
Próximamente trataremos la materia con mayor detalle en una nueva obra sobre el dinero, los servicios de pago, el papel menguante del sector financiero tradicional y las empresas “fintech”.

2 comentarios:

  1. Un post muy sugerente, José María. Quedo a la espera del trabajo que anuncias sobre el dinero, los medios de pago y las fintech.

    Un abrazo



    Alberto RO

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    1. Muchas gracias, Alberto.
      Hay un mundo nuevo por descubrir y describir sobre algo tan viejo como es el dinero (y la deuda).
      Un abrazo.
      José María

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