“Interrogué a Nagasawa
tras acostarme con tres o cuatro chicas. ¿No se sentía vacío tras haber hecho
aquello setenta veces?
—Que te sientas vacío
demuestra que eres un tío decente. Esto es algo positivo —dijo—. No ganas nada
acostándote con desconocidas. Sólo consigues cansarte y odiarte a ti mismo. A
mí también me pasa.
—¿Y por qué no dejas de
hacerlo?
—Me cuesta explicarlo.
Se parece a lo que Dostoievski escribió sobre el juego. Es decir, cuando a tu
alrededor todo son oportunidades, es muy difícil pasar de largo sin
aprovecharlas, ¿entiendes?
—Más o menos —afirmé.
—Se pone el sol. Las
chicas salen, dan una vuelta, beben. Quieren algo, y yo puedo dárselo. Es algo
tan sencillo como abrir el grifo y beber agua. Esto es lo que ellas esperan.
Pues bien, las posibilidades están al alcance de mi mano. ¿Debo dejarlas
escapar? Tengo el talento y las circunstancias idóneas para valerme de él.
¿Tengo que cerrar la boca y pasar de largo?
—No lo sé. Nunca me he
encontrado en esta situación. Ni siquiera puedo imaginármelo —le dije riendo.
—Según como lo mires,
es una suerte —repuso Nagasawa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario