El inicio de la
«Negociación del Alta Frecuencia» (a la que aquí nos referiremos por sus siglas
en inglés, HFT) se puede fijar hacia 1998, cuando la norteamericana Comisión
del Mercado de Valores (Securities and
Exchange Commission), permitió
operar en los mercados bursátiles a través de sistemas de comunicación
electrónica.
Se trata de una técnica de
inversión que consiste en la realización de una gran cantidad de operaciones
bursátiles en un periodo de tiempo muy corto en base a algoritmos matemáticos,
por lo que, aunque el margen de beneficio de cada una de estas operaciones
pueda ser pequeño, los beneficios totales son potencialmente altos, millonarios
incluso, dado el volumen de órdenes ejecutadas.
Esta
técnica de contratación no atiende ni a la solidez de las empresas ni al
desarrollo real de la economía, sino a la pequeña ganancia del inversor elevada
a la enésima potencia.
El
desembarco de los matemáticos y los físicos en los mercados no ha pasado
inadvertido, y un ejemplo lo encontramos en la obra de James Weatherall
titulada «Cuando los físicos asaltaron los mercados. El fracaso de querer
predecir lo impredecible» (Editorial Ariel, 1ª ed., octubre de 2013), en la que
se cita como empresas que siguen el nuevo paradigma a Renaissance o Medallion
Fund.
Según
Pedraza («Mercados,
un ecosistema selvático», Andalucía Económica, núm. 256, julio-agosto,
2013) en 2010 este tipo de contratación supuso el 56% de la negociación del
mercado estadounidense y el 35% de la europea, lo que da una idea de la
magnitud del fenómeno.
Obviamente,
un particular no podrá realizar por minuto, en el mejor de los casos, más de cuatro
o cinco operaciones de compra o venta de títulos o derivados. Sin embargo, con
este método se pueden ejecutar miles de transacciones de forma casi
instantánea, aprovechando las pequeñas variaciones de valoración. Lo habitual
será que se deshagan las posiciones a lo largo de la misma sesión, esto es,
cada día «se pondrá el contador a cero».
El
HFT tiene una gran ventaja para el mercado, y es que le otorga liquidez, ya que
diariamente se cursa un volumen ingente de órdenes de compra y venta, lo que
ayuda a que las operaciones encuentren contrapartida más fácilmente.
Sin
embargo, en la actualidad muchos se plantean si el HFT verdaderamente respeta
las «reglas del juego», es decir, si puede suponer, de algún modo, la lesión de
quienes no acceden a los mercados con esta potencia de medios, o si afecta a la
libre formación de los precios. Adicionalmente, los efectos perniciosos desprendidos
del eventual uso de información privilegiada podrían incrementarse
exponencialmente con el empleo de este tipo de operativa.
A
lo anterior hay que añadir que, ante la publicación de una información pública
relevante, el HFT permite actuar con inusitada rapidez, siendo esta velocidad
de reacción inalcanzable para el resto de los inversores.
Precisamente,
la superposición de las nuevas tecnologías y la innovación financiera se ha
convertido en una de las palancas que aceleraron el crecimiento económico, pero
que, a su vez, condujeron a la crisis financiera reciente.
Los
mercados son de por sí tan fríos como sibilinos (Trías de Bes, F., «El hombre
que vendió su casa por un tulipán», Temas de Hoy, 2010), pero condimentados por
las nuevas tecnologías pueden llegar a ser letales. Cuando el que «toma las
decisiones» de forma automatizada y atendiendo a las más nimias señales es una
maquina, la gelidez llega a ser extrema.
Un
ejemplo de esta nueva y extraña realidad de los mercados, inteligible sólo por
iniciados, se halla en el conocido como «Flash Crash», acaecido el 6 de mayo de
2010 en los Estados Unidos.
En
ese momento, en un ambiente sumamente enrarecido en los mercados por los
problemas de la deuda griega y las negociaciones de este Estado con sus
acreedores, que llevó en esos primeros días de mayo a la creación de la
Facilidad Europea de Estabilización Financiera, el índice «Dow Jones Industrial
Average» sufrió un brutal desplome, para recuperarse en apenas unos minutos,
casi sin daño.
Se
vivieron momentos de pánico y estupor, pues, por ejemplo, las acciones de
Accenture se hundieron desde los 40
a los 0,01 dólares, y las de Sotheby´s se catapultaron
desde los 34 a
los 99.999,99 dólares.
Como
es evidente, estas valoraciones tan volátiles no guardaban relación alguna con
la realidad de estas compañías, pero fueron el resultado del cruce formal, de
factura aparentemente impecable, de las ofertas de venta y compra.
No
cabe duda de que «subirse a la ola» con una cotización de 0,01 dólares, o bajarse
de ella con la de 99.999,99 dólares, en apenas unos segundos de margen, podía
haber significado para los implicados unas ganancias —o unas pérdidas— exorbitantes.
La Bolsa de Nueva York
se vio forzada a anular todas las operaciones ejecutadas entre las 14:40 y las
15:00 del día 6 de mayo de 2010, dando lugar, de forma supuestamente arbitraria,
a la aparición de nuevos ganadores y perdedores («Flying
by the seat of their pants: What can High Frequency Trading learn from
aviation?», Baxter, G. & Cartlidge, J., 2013).
El
«Flash Crash» de 2010 es un caso extremo, no esclarecido del todo aún, de
funcionamiento anormal de los mercados. Es factible que el innovador HFT esté
tras él, por lo que podemos plantearnos variadas cuestiones: ¿es legítima esta
forma de contratar?, ¿quién asegura, en un mercado normalizado y con menos
oscilaciones, que la libre formación de precios es la correcta y detrás de
«fenómenos raros» no hay una contratación de esta naturaleza que beneficia tan
sólo, o especialmente, a algunos operadores?, ¿y si los operadores, en general,
no fueran conscientes de una manipulación sutil pero continuada, no detectada,
en beneficio exclusivo de algunos de ellos?, ¿deberían los supervisores
bursátiles tomar cartas en el asunto?
Desde
luego, las posibles respuestas a estas preguntas son tan inquietantes como el
mismo HFT en sí mismo considerado, aunque, mientras no se demuestre lo
contrario, esta técnica debe contar con la presunción de inocencia o, al menos,
con el beneficio de la duda.
(Publicado en el blog ¿Hay Derecho?, el 1 de mayo de 2014).
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