(Hasta
que la nueva web todosonfinanzas.com, actualmente “en construcción”, esté
plenamente configurada y operativa, seguiremos publicando simultáneamente en
ella y en “todosonfinanzas.blogspot.com.es”)
Ítaca te ha dado un viaje hermoso.
Sin ella no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.
Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado.
Convertido en tan sabio, y con tanta experiencia,
ya habrás comprendido el significado de las Ítacas.
Cavafis
Inesperadamente
llegó a mis manos “Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal”
(Acantilado, 2017), del profesor Nuccio Ordine, autor al que no conocía, aunque
tenemos muchos amigos en común.
En
esta época de descrédito de las Humanidades, la obra trata de aglutinar breves
extractos de lo que han dejado escrito nuestros clásicos. Se trata de una
selección de textos, sin más pretensión que servir de cebo para atraparnos y llevarnos
a las obras completas: “una antología no tendrá nunca fuerza suficiente para
desencadenar las profundas metamorfosis que sólo puede producir la lectura
completa de una obra”.
Esta
pequeña biblioteca ideal viene antecedida por un breve ensayo de Ordine, que comienza
con una bella frase de Jorge Luis Borges: “Que otros se jacten de las páginas
que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Si no fuera por lo
limitado de nuestro tiempo y por lo incierto de nuestra existencia, la frase
carecería de sentido, pero, en cambio, es absolutamente cabal.
Ordine
afirma que la principal tarea de todo buen profesor no es producir hornadas de
diplomados y graduados, sino “la de formar ciudadanos libres, cultos, capaces
de razonar de manera crítica y autónoma”. La escuela debería “educar a las
nuevas generaciones para la herejía”,
esto es, capacitarlos para un constante ejercicio crítico.
Los
clásicos nos pueden enseñar el “arte de vivir” y cómo “resistir a la dictadura
del utilitarismo y el lucro”. Un papel fundamental de intermediación en la transmisión de este
conocimiento que, tristemente, se va perdiendo poco a poco, es el desempeñado
por el verdadero maestro, como Louis Germain, que lo fue de Albert Camus, a
quien este, al recibir el Nobel de Literatura, dio las gracias por sus
enseñanzas inmediatamente después que a su propia madre.
Ordine
se muestra especialmente crítico con la tecnología aplicada a la enseñanza. El
aprendizaje requiere lentitud, reflexión, silencio, recogimiento, como mostró
en su día Nietzsche. Nadie duda de la importancia de Internet, pero la
relevancia que se da a los nuevos medios y la inversión desproporcionada en relación
con los retornos generados no terminan de convencer a nuestro autor: “hasta
ahora, las inversiones digitales sólo han tenido un impacto seguro en el volumen
de negocios de los fabricantes y proveedores de programas y de hardware”. En
realidad, un buen libro “es aún mucho más seguro que un viaje a la aventura por
el maremágnum de la red”. Acceder a información no es suficiente para conocer.
Europa
está olvidando sus propias raíces. Las manifestaciones artísticas de países
como España o Italia o ciudades como París o Roma, que son auténticos “museos
al aire libre”, son objeto de un castrante tratamiento según parámetros
económicos. Todo se evalúa conforme a la relación entre el número de asistentes
y la recaudación económica, sin que se valore si los temas evocados han podido
hacer reflexionar al visitante o cómo la experiencia estética ha podido
modificar la percepción de uno mismo o de la realidad que le rodea, se queja Ordine.
Pero
peores todavía son los casos de destrucción deliberada del patrimonio cultural
de la humanidad, como ha acaecido en Siria. “Reducir a polvo Las meninas de Velázquez significaría
aniquilar para siempre una obra que nadie podría devolver a la vida”. Los gobiernos
no se movilizan ante estas agresiones, aunque sí lo hacen para defender los
pozos de petróleo...
Ordine
crítica el ánimo de lucro que impregna nuestro modo de vida, lo que le lleva a
afirmar, llamativamente, que “se puede ser feliz con una modestísima
retribución si se ama lo que se hace, y, en cambio, ser infeliz con una nutrida
cuenta bancaria si se considera la profesión ejercida como un simple medio para
ganar dinero”.
En
las transacciones intelectuales, a diferencia de lo que ocurre en las
económicas (aunque su afirmación es discutible), las dos partes se enriquecen
al mismo tiempo, todos los protagonistas del intercambio son cada vez más ricos.
Nuestro
autor considera que “para combatir la corrupción y la evasión fiscal no basta sólo
con buenas leyes: se precisa tener una buena escuela y una buena universidad,
se precisa formar estudiantes y ciudadanos capaces de amar el bien común y de
oponerse a esa lógica del beneficio por el beneficio que ha desatado en el
mundo un egoísmo galopante”.
Pone
como ejemplo las enseñanzas transmitidas por Thomas Mann en “Los Buddenbrook”,
con las que no podemos estar más de acuerdo: “Hijo mío, atiende con placer tus
negocios durante el día, pero emprende sólo los que te permitan dormir
tranquilo durante la noche”.
(Aquí, para
acceder a nuestra reseña de “Los Buddenbrook” en eXtoikos, nº 18, 2016).
El
ensayo introductorio se cierra con una frase de Giordano Bruno: todo depende
del primer botón: abrocharlo en el ojal equivocado significará,
irremediablemente, seguir cometiendo error tras error.
En
suma, compartimos una parte sustancial del pensamiento de Nuccio Ordine, aunque
no tanto su descrédito hacia el mercado y la persecución del ánimo de lucro en
una sociedad democrática regida por el Estado de Derecho. La Economía también
es una ciencia social que forma parte de las Humanidades y que, bien entendida,
como todo, puede mejorar nuestra percepción de la realidad, y acentuar la
solidaridad y el bienestar material.
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