Chico
y Ortiz, J.Mª., Estudios sobre Derecho
Hipotecario, tomo I, 3ª ed. puesta al día, Marcial Pons, Madrid, 1994, págs.
12 y 13.
«Real
Academia Española, Palma de Mallorca, 15 de enero de 1981, Sr. D. JOSÉ MARÍA
CHICO Y ORTIZ. Fernández de la Hoz, núm. 21, 4.º, Madrid-10.
Mi
querido amigo:
No
es que no quiera: es que ni puedo ni sabría. Uno es relativamente osado,
diríamos que osado dentro de un orden, pero el valor tiene un límite, como el
estreñimiento de las damas cumplidas y la propensión al martirologio, y mi
entusiasmo por el riesgo se ha visto muy mermado por los acaeceres que me
rodean y que cada vez entiendo menos. A mí, ¡qué quiere!, me desorienta mucho
el gran guiñol del que somos espectadores, mal que nos pese, y en el que actúan
cristobitas tan heterogéneos como el Papa Wojtyla, el emperador Bokassa, el
ayatola Jomeini y doña Pilar Franco Bahamonde, ésta a escala más diocesana y
doméstica.
Uno
carece de títulos para prologar un libro como el suyo, cuyo solo contenido me
estremece y hasta me llena de congoja. El haber naufragado en unas oposiciones
tan distantes ya, que sobre su recuerdo pasaron dos guerras, y el haber sido
suspendido en Derecho civil por un auxiliar sonrosado y con pretérito buen
acomodo, no son credenciales suficientes para encabezar un libro de ciencia
jurídica. Yo no sé una palabra de lo que usted dice en sus páginas y el haber
llegado a mi edad, casi provecta, ignorando lo que puede ser la enfiteusis, por
ejemplo, o la antipoca, supongo que me da cierto derecho a pasar a mejor vida
(si cabe) conservando estas últimas virginidades.
Usted
me hace mucho honor pidiéndome unas palabras preliminares; lo que no me explico
es para qué las quiere. También usted sabe que hace cinco años, sobre poco más
o menos, me quité de hacer prólogos aunque, a veces, incumpla mi propósito.
Ahora estoy en la etapa de quitarme poco a poco de las permanentes incitaciones
que nos acechan; hace cuatro años me quité de besar la mano a las señores; hace
tres, me quité de fumar; hace dos, me quité de comer más de lo que me cabía; y
hace uno, me quité de pegar patadas a los cubos de basura. Se conoce que voy
para viejo. Un cura paisano y amigo mío me recomendó no dejar los vicios —cosa
que siempre conforta y robora, como decía Azorín, de cierto vino dadivoso—, con
el argumento, a todas luces evidente, de que ya son los vicios los que nos van
dejando a nosotros.
Las
oposiciones son un disparate; esto es lo que pensamos todos los españoles menos
los que acaban de ganar la oposición. Pero el quitarlas de golpe pudiera ser
que nos acarrease mayores males que los que ya padecemos, lo cual no sería
política preconizable. A mí no me parece que sea bueno eso de que alguien, a veces,
pueda tener toda la razón. A quien se da toda la razón se le capa, al menos, el
derecho al pataleo, que es siempre tan reconfortante. A mí me parece más
prudente que cada cual tenga su miajita de razón, aunque no le sirva de mucho,
porque eso le ayuda a seguir viviendo y soñando.
Usted
ha caído en el vicio hispánico de las prisas y me pide en enero un prólogo para
febrero. No importa. El prólogo no se lo hago porque no sé, pero esta carta
puede usarla si le conviene.
Salud
y paz, en el 1981 y siempre para todos, es el mejor deseo de su buen amigo que
le abraza. CAMILO JOSÉ CELA».
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