«Faber est suae quisque fortunae»

(Apio Claudio)

«Hinc tibi certandi bona parcendique uoluptas:

quos timuit superat, quos superauit amat»

(Rutilio Namaciano)

domingo, 26 de febrero de 2017

“Los Buddenbrook. Decadencia de una familia”, de Thomas Mann

Edward Gibbon mostró en “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano” el proceso de creación, desarrollo, apogeo y paulatino derrumbe de la maquinaria casi perfecta que encarnó Roma. La Ciudad Eterna contenía las semillas de su propia destrucción, y Gibbon pasó pronto de celebrar los triunfos a escribir la crónica de los desastres.

En el análisis de las entidades políticas, acaso sea esta la obra que más notoriedad ha alcanzado y ha permitido extrapolar sus argumentos a otras formas de organización social más cercanas a nuestra época, generando un llamativo apetito por la decadencia de las instituciones bien asentado en Occidente.

Este proceso de decadencia y caída afecta, por evidentes causas biológicas, a las personas, pero también a las instituciones de toda índole, políticas o no, de las que las colectividades humanas se dotan para superar el transcurso del tiempo y tratar, de algún modo, de superar sus propias limitaciones. 


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