Este blog, y
José María López a título particular, están llamados a convertirse en
referentes (si no lo son ya) de la regulación financiera. Por tanto, es un
honor para mí que me permita escribir aquí estas reflexiones.
Hace unas
semanas, en una sesión de educación financiera para jóvenes emprendedores en la
que coincidimos, José María no pudo evitar una sonrisa cuando cité a Emilio
Botín: “Pero si
ninguno sabrá quién es Emilio Botín, ¿cómo se te ocurre? Además, la banca
tradicional para ellos es algo casi totalmente ajeno a sus vidas, a su mundo, a
su entorno. ¡No te han entendido!”.
En cuanto me lo
dijo, me di cuenta de que tenía razón. No volveré a cometer ese error. José
María es una de esas personas a las que hay que prestar atención.
Sin embargo,
tengo la sensación de que los consejos de Emilio Botín siguen siendo válidos, y
que una de las causas de la crisis económica es justamente haber olvidado los
fundamentos de la banca tradicional.
Todo comienza
con este artículo publicado en “Financial Times”, en 2009, en donde Emilio Botín
recomendaba una “Vuelta a lo básico”. Dejo
aquí solamente un párrafo, que refleja
el espíritu del artículo:
“Mientras
reflexionamos sobre el futuro de la banca, deberíamos preguntarnos lo que
significa realmente un retorno a lo básico. La función más básica de un banco
es la de redistribuir el capital de aquellos que cuentan con más a los que
tienen menos. Éste es un servicio de gran valor y, como concepto, queda además
bastante claro. No obstante, no siempre resulta sencillo aplicarlo de forma
correcta. Para ello es necesaria una amplia experiencia en la gestión del
riesgo, de la tecnología de la información y de las operaciones, y un
meticuloso equilibrio de los intereses y derechos de los clientes, empleados y
accionistas, además de un alto grado de autodisciplina institucional y ética
del deber.”
Tras un cruce de
“tuits”, José María me envió como respuesta a este artículo un enlace a una
reciente conferencia de Andreas Dombret, miembro del Comité Ejecutivo del Deutsche
Bundesbank. El título es “Darwinismo digital y la industria financiera”.
Realmente muy interesante de leer. Y, aunque esté en inglés, con el traductor
de Google se entiende perfectamente (¡vivan Internet y la digitalización!).
Como en el caso
anterior, dejo aquí un párrafo:
“Permítanme
reafirmar mis puntos de vista sobre el “darwinismo digital”. La adaptación a un
mundo financiero digitalizado no requiere simplemente que los bancos desarrollen
ideas nuevas e innovadoras. Tiene más que ver con una estrategia bien ajustada,
lo que significa que no es sólo una carrera entre los departamentos de
desarrollo, sino entre los líderes. Como supervisor, por lo tanto, insto a que
no interpretemos la competencia digital como una carrera meramente por las
tecnologías más avanzadas, sino por la combinación adecuada. Es por eso que no
estoy a favor de comparar los bancos con los dinosaurios. Los bancos
tradicionales suelen tener un ADN predigital, pero son capaces de aprender,
adaptarse a un paisaje digital y cooperar con los pioneros tecnológicos. Y cada
banco necesita encontrar su propia estrategia. El negocio bancario es tan
insustituible como siempre.”
Con estos
antecedentes me permito, muy resumidamente, algunas reflexiones. Creo que son
cuestiones de actualidad, sobre todo porque parece existir una tendencia bastante
amplia de líderes de opinión que dejan en entredicho la supervivencia de los
bancos de toda la vida y parecen poner alfombras rojas a la llegada de
muchísimos nuevos operadores al mundo donde se mueve el dinero:
— Riesgo de
crédito. El riesgo de crédito, la posibilidad de no recuperar la inversión, es
un concepto aplicable a todos los inversores. Sea éste un banco de toda la
vida, un fondo de capital, una institución pública o un simple particular: el
proyecto puede no ser viable y la institución o persona que ha invertido no
recuperar su dinero.
— Intermediación
financiera. Si estamos ante un inversor particular, invertir vía “crowdfunding”,
por ejemplo, es muy parecido a hacerlo en empresas cotizadas vía mercado de
valores. La CNMV y las plataformas de “crowdfunding” garantizan el “medio” pero
no el “fin”. Estamos tranquilos de que nuestro dinero va destinado a la empresa
que queremos y que no se va a perder por el camino. Pero, al final, la empresa
puede tener dificultades en su negocio. Como todas las empresas.
— Información
para la toma de decisiones. Como complemento al punto anterior. Cualquier
persona, para invertir su dinero en cualquier proyecto, debe estudiarlo
previamente y ser capaz de tomar su decisión tras un análisis detallado de sus fortalezas
y debilidades. Debe estudiarlo y debe “poder estudiarlo”. Disponer de la
información relevante. “Transparencia”, por utilizar un término que se lee
mucho últimamente
— Obtención de
la financiación. Desde el punto de vista del promotor, si dispone de un buen
proyecto, igual sigue siendo mucho más fácil, rápido y barato acudir a su banco.
Como toda la vida. La banca tradicional. En cualquier caso, para acudir a otras
fuentes de financiación necesitará igualmente aportar toda la información
relevante para los inversores. Y toda la documentación legal pertinente para
los “intermediarios” en la financiación. Como cuando los bancos te piden “papeles”.
Para salvaguardar la seguridad de todas las partes.
— Servicios de
cobros y pagos. Las reflexiones anteriores hacen referencia a financiación.
Pensando en otro tipo de necesidades, existen multitud de aplicaciones que nos
prestan servicios de cobros y pagos de forma rápida —mejor dicho, inmediata— y,
sobre todo, mucho más baratos que en nuestro banco. Aquí sí que tiene la banca
tradicional un auténtico problema. Sí me la imagino como un dinosaurio. Aunque
no sé si en peligro de extinción o de evolución. Pero nunca deberían olvidar
los “jóvenes usuarios digitales” (y no tan jóvenes, porque todos usamos estas
aplicaciones) que, en cualquier momento, nos podemos ver “pillados” en un
problema. En este caso, lo lógico sería ser consecuente y que “cada palo
aguantara su vela”. Ser consecuentes con las decisiones tomadas en cada
momento, decisiones que nunca tienen riesgo cero. Porque nada es gratis y es
imposible reducir el riesgo a la nada.
En resumen,
vivimos una época apasionante, donde la inmediatez es un valor en sí mismo pero
la información disponible infinita. Con tanta información quizá sea conveniente
detenerse a pensar determinadas cuestiones esenciales.
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