No vamos a volver a discutir sobre qué son las monedas virtuales (“Bitcoin” no es más que una entre varios cientos de ellas) y si de veras reúnen las características propias del dinero soberano respaldado legalmente, sobre los fundamentos más o menos sólidos de “Bitcoin” o sobre si es recomendable comprar, vender, observar o disfrutar del sol que nos inunda en esta mañana de diciembre.
Cada
interesado debe obtener la información necesaria y suficiente, por sus propios
medios o con la ayuda profesional de terceros, para adoptar, responsablemente,
una decisión fundada.
Se
puede alegar que esta realidad no está regulada, pero la propia naturaleza de
este fenómeno y su carácter transnacional (o “anacional”) impiden su regulación
sistemática por los Estados, sin menoscabo de la aplicación de la legislación
vigente que para aspectos particulares tenga encaje (por ejemplo, la normativa
MiFID, la tributaria o la de prevención del blanqueo de capitales; para más
detalle, nos remitimos al aviso de la CNMV de 14 de noviembre de 2017 «ESMA
alerta de los riesgos de las denominadas “ICO” (“Initial Coin Offerings”)».
La
revalorización de Bitcoin en particular a lo largo de 2017 ha sido
estratosférica, para alcanzar máximos históricos cerca de 2018, con unos
marcados dientes de sierra y un carrusel de subidas y bajadas, inherentes a
esta moneda virtual desde su mismo nacimiento. ¿Estamos cerca de un fin de
partida? ¿Se trata de un paso hacia la estabilización o de un escalón
intermedio para nuevas subidas?
Reflexionar
sobre todo esto nos ha hecho buscar en los anaqueles de nuestra biblioteca
libros tales como “Maniacs, panics, and crashes”, de Kindleberger, “El hombre
que cambió su casa por un tulipán”, de Trías de Bes, y “El crash de 1929” y
“Breve historia de la euforia financiera”, estos dos últimos de John K.
Galbraith.
Nos
limitaremos a reproducir algunos párrafos de este último libro, sin pretender
tomar partido, pues quizás no resulten aplicables al fenómeno que estamos
analizando:
“Ni
la legislación ni un conocimiento de la economía más ortodoxa protegen al
individuo […] cuando vuelve la euforia, induciéndole a interrogarse, como en
efecto sucede, sobre el aumento de los valores y de la riqueza, sobre la
carrera para participar que determina el alza de precios, y acerca del
hundimiento que acabará produciéndose y de sus tristes y dolorosas secuelas”.
“Sin
embargo, existen pocas materias en las que esa advertencia sea tan mal
recibida. Si la duración es breve, se dirá que se trata de un ataque, motivado
por una deficiente comprensión o bien por una incontrolada envidia ante el
sorprendente proceso de enriquecimiento. Si la duración es mayor, se
considerará una demostración de la falta de fe en la sabiduría inherente al
propio mercado”.
“Los
que estuvieron cabalgando en la cresta de la ola deciden que ya es tiempo de
retirarse. Quienes creyeron que el alza iba a ser indefinida, ven sus ilusiones
bruscamente defraudadas, y también responden a la realidad recién revelada
vendiendo o tratando de vender. Así, se produce el colapso. Y de este modo se
confirma la regla, apoyada en la experiencia de siglos: el episodio de
especulación nunca termina con una lamentación y siempre con un choque
violento”.
“[…]
el crítico debe aguardar a que se haya producido el hundimiento para recibir
alguna aprobación, por no hablar de aplauso”.
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