Con
algo de demora por fin he podido, en el mes de agosto, visitar el impresionante
Museo de Málaga (edificio del Palacio de la Aduana), que aglutina Historia,
cultura y arte. En él se pueden conocer la Prehistoria malagueña, las épocas
fenicia —especialmente impactante es el sepulcro del siglo VI a. C. de un
guerrero con casco corintio—, romana, bizantina, musulmana… hasta llegar al
esplendoroso siglo XIX, en el que Málaga —la primera en el peligro de la
libertad— se abrió, gracias al comercio, al mundo, convirtiéndose en una ciudad
emprendedora y próspera. Por diversos motivos que ahora no viene al caso
exponer, la posición de preeminencia malacitana decayó entrado el siglo XX hasta
cotas mucho más modestas.
Está
demostrado que la riqueza material permite el desarrollo de la actividad cultural
y artística, que surjan vocaciones autóctonas y el desembarco, en respuesta a
la aparición de mecenas y de un mercado del arte, de artistas de otras latitudes.
El resultado de ello, y nuestra ciudad abierta es una buena muestra, es que
llega un punto en el que todas las tendencias se funden en un “crisol
malagueño”, vario y plural, que pasa a ser patrimonio de todos, en el sentido más
amplio de “universal” (qué mejor ejemplo que el de un malagueño como Picasso).
Las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, hasta el estallido de la fratricida
e incivil Guerra Civil, originaron una efervescencia de cultura y arte en Málaga,
lo que permitió a la urbe posicionarse en la primera plana de los panoramas
nacional e internacional.
La
segunda mitad del siglo XIX malagueño, con otro hijo ilustre de la ciudad como
exponente, en este caso en el ámbito político, como fue Cánovas del Castillo,
sin duda nos atrae, y a ella volveremos no con un “post” sino con un trabajo
más ambicioso. Pero ahora nos queremos referir a la década de los “felices 20”,
en pleno periodo de entreguerras, y a las tendencias más innovadoras, dentro y
fuera de nuestras fronteras, que cuajaron en la conocida como “Generación del
27”, con derivaciones que incluso desembocaron en corrientes surrealistas,
encarnadas, por ejemplo, en el onírico Dalí o en el cubista Picasso.
¿Cuál
es la relación entre el Museo de Málaga y la “Generación del 27”? Además de las
referencias más o menos explícitas que se pueden hallar en el Museo, en una de sus
salas se proyecta un video de unos ocho minutos dedicado a la revista Litoral,
que se afirma que destaca como la que “de manera más precisa y bella representa
la estética de la llamada generación del 27” (Julio Neira, en el trabajo citado
más abajo). Sus creadores fueron Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Míticos
son los números 5, 6 y 7 de Litoral (octubre de 1927), de la época malagueña
(1926-1929), centrados, como monográfico, en un homenaje a Luis de Góngora, en el
que se pueden encontrar, entre otras, las firmas, en poemas, dibujos e incluso
en piezas musicales, de Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Manuel
Altolaguirre, José Bergamín, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Federico García
Lorca, Jorge Guillén, José Mª Hinojosa, Emilio Prados, Salvador Dalí, Picasso,
Juan Gris y Manuel de Falla. La simple enumeración de estas personalidades
causa emoción, y percatarnos de su participación en un mismo monográfico una
honda sorpresa.
El
primer número de la tercera etapa de la revista se publicó en Méjico en julio
de 1944, y comienza con un homenaje a los perdedores de la Guerra Civil —sí es
que en un conflicto de estas características hay, realmente, vencedores—
encarnados en Federico, Miguel Hernández y Antonio Machado, que da paso,
seguidamente, a un fragmento de un poema de Juan Ramón Jiménez.
La
visualización del vídeo en el Museo de Málaga me ha llevado a retomar la
lectura, por fin, del “Facsímil de los nueve números publicados entre 1926 y
1929 en Málaga, y de los tres números editados en 1944 en México”, editado por
la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales en 2007, que viene antecedido
por una nota de Julio Neira, a la que me remito para mayor detalle. Esta
edición facsímil, una auténtica joya, me la hizo llegar Rafael Muñoz Zayas, a
quien reitero mi agradecimiento, pues todos los senderos que me invita a
transitar son enriquecedores.
Si
Málaga vuelve a estar en este primer cuarto del siglo XXI en la vanguardia
cultural internacional con museos como, además del mencionado de Málaga, el
Picasso, la Casa Natal de Picasso, el Thyssen, el Pompidou o el Centro de Arte Contemporáneo,
entre otros, no es que sea por generación espontánea, sino por el poso
acumulado, por
razones que no llegamos a comprender del todo, durante centurias. A este elenco
hay que sumarle elementos históricos como la Catedral, el Teatro Romano, la
Alcazaba o el Castillo de Gibralfaro, por ejemplo, por lo que la combinación es
difícil de superar.
Sin
salir de los últimos cien años, la relación de esta ciudad con la “Generación
del 27” está más que acreditada, como muestra Litoral. Lo que nos duele es
pensar que esta flor no llegó a germinar por la sinrazón de la guerra, y la
pregunta que nos surge: adónde, en términos de creación artística, podría haber
conducido esta conjunción única de artistas irrepetibles.
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