«Faber est suae quisque fortunae»

(Apio Claudio)

«Hinc tibi certandi bona parcendique uoluptas:

quos timuit superat, quos superauit amat»

(Rutilio Namaciano)

domingo, 9 de octubre de 2016

El orden económico resultante de la Segunda Guerra Mundial

«Por qué ganaron los aliados», Overy, R., Tusquets Editores, S.A., Barcelona, 2011 [1995], págs. 420, 423-424.

«Estados Unidos sucedió a Gran Bretaña en el puesto de principal potencia del mundo. De ser una insignificancia militar en 1940, en 1945 Estados Unidos tenía 12 millones de hombres en las fuerzas armadas, más de 70.000 barcos de guerra y casi 73.000 aviones. También poseía la bomba atómica y, a pesar de la propagación de esta tecnología por todo el mundo, ha conservado la supremacía en armamento nuclear hasta nuestros días. Finalmente, en 1945 la economía estadounidense salió reforzada de la guerra, capaz de producir más que todas las otras grandes potencias juntas. Era una economía comprometida con los valores del comercio liberal y la competencia en el mercado. Los políticos y los hombres de negocios estadounidenses estaban decididos a que la economía mundial no recayera en los malos hábitos de los años de entreguerras, de bloqueos comerciales y aranceles, y utilizaron el poder político de su país para crear un mercado más abierto. Estados Unidos proporcionó fondos generosos para la reconstrucción de las zonas devastadas por la contienda en el mundo, fuera del bloque soviético. La mentalidad de sitio, de antes de la guerra, dio paso a la colaboración internacional por medio de los nuevos instrumentos de regulación del mercado mundial, el FMI y el GATT. Las prioridades económicas de Estados Unidos impulsaron después de 1945 una reactivación de la economía mundial que hizo posible el largo auge económico. La prosperidad redujo el antagonismo político y la sed de conquistas. Las batallas pasaron a librarse en las salas de juntas y en ellas han permanecido.

[…]

Un futuro ministro de Asuntos Exteriores japonés, Saburo Okita, recordó cómo un pueblo sumido en la amargura de la derrota pensó: “Ahora lo pasamos muy mal, pero Japón volverá a levantarse, no por medio del poderío militar, sino de la nueva tecnología y la potencia económica”.

[…]

Nada de todo esto responde a la pregunta de cómo unas sociedades que fracasaron tan rotundamente en la tarea de hacer la guerra [Alemania y Japón] han triunfado de forma tan espectacular en la contienda económica. Sin duda la concentración de energías nacionales con el fin de conseguir el bienestar material se debió en cierta medida a la decisión que se tomó, inmediatamente después de la guerra, de rechazar las políticas fracasadas de la década de los años treinta y de la guerra. La derrota en el conflicto cambió los valores y los sistemas de estatus de las sociedades japonesa y alemana por otros totalmente nuevos. Las actividades racionales y civiles se han adoptado porque han dado resultados: la victoria para Estados Unidos y Gran Bretaña en 1945, milagros económicos para Alemania y Japón (también para Italia) en los cincuenta años siguientes. A largo plazo, el país que más contribuyó a la derrota del Eje, la Unión Soviética, es el que más ha perdido. El militarismo soviético sobrevivió. No hubo ningún milagro económico. La manifiesta incapacidad del sistema comunista para proporcionar lo que el Occidente liberal podía ofrecer, a pesar de la asfixiante propaganda sobre el progreso socialista, acabó atrapando al sistema soviético en un callejón sin salida. Su derrumbamiento después de 1989 no era en ningún sentido cosa segura, pero las decisiones que allí se tomaron después de 1945, al igual que las que tomara el Eje en la década de los años treinta, crearon un círculo que era imposible de cuadrar. Lo gravoso de mantener el estatus de superpotencia y la carrera armamentística acabó superando la capacidad del régimen de persuadir al pueblo de que el nuevo orden comunista justificaba el coste. La caída de la Unión Soviética no fue consecuencia directa de la victoria de 1945. La distancia temporal es demasiado grande para ello. Pero la victoria resultó un cáliz envenenado. El pueblo soviético no ganó la libertad ni la prosperidad, pero sus sacrificios han hecho posible que todos los demás estados beligerantes disfrutaran de ambas».


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Próximamente en el blog: 

Reseña de “The End of Alchemy. Money, Banking and the Future of the Global Economy”, King, M. (2015)

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